HISTORIA DEL LICEO SIMÓN BOLIVAR DE SAN CRISTOBAL, VENEZUELA
El Liceo "Simón Bolívar" vino a sustituir el viejo Colegio Nacional que durante 40 años ininterrumpidos mantuvo en circunstancias muy difíciles a la tradición de educación secundaria en nuestra región. Creado como Colegio Nacional de segunda categoría por acuerdo del gobierno de Antonio Guzmán Blanco, el 17 de abril de 1.876 ordenaba la ley que en este "Colegio Nacional del Táchira" se enseñaran materias correspondientes a filología o estudio de idiomas y las que constituyan el primer trienio de la filosofía como lo prescrito para las leyes de instrucción de primaria de la Universidad de Caracas.
La reforma educacional que años después anunciaría el ministro Guevara Rojas quedaría a la postre reducida a cambiar a Liceo el nombre de los antiguos Colegios Nacionales de las capitales de cada estado de la nación. Los mismos profesores, los mismos viejos textos, el mismo pobre presupuesto la misma ausencia de bibliografía, gabinetes y laboratorios; alguna alteración en el número y orden de las materias y un cambio fundamental en las vacaciones que ahora no coincidían con el alegre diciembre navideño sino con el ardiente verano europeo.
Fue en un día de 1.916, cuando por efecto de un decreto presidencial desaparece el Colegio Nacional y lo reemplaza este Liceo bautizado con el nombre glorioso de Liceo "Simón Bolívar". Posteriormente llega el período dictatorial, la noción de lucha política se desaparece, el nombre de los viejos partidos se borra, la vida municipal ya no existe, en las universidades apenas se recitan los viejos textos, Venezuela es entonces la gran prisionera. En este ambiente de letargo y temor nace el Liceo y esto hace más meritoria y digna de elogio la obra cumplida por sus primeros directores.
Posteriormente en el desarrollo de la tercera década de este siglo cuando comienzan a advertirse signos de democracia en el país, este comienza a despertar de su adormilamiento. La tiranía de la provincia ha conocido su final y 25.000 tachirenses regresan a su tierra en 1.925, y a la corteza de la constitución pública llegó un tachirense, bachiller del Colegio de La Grita, discípulo de Jáuregui, político y jurista de nota, Rubén González.
Rubén González recuerda que entre los jóvenes estudiantes que conoció en sus días de Secretario General del Gobierno en el Táchira, está el bachiller Carlos Rangel Lamus a este hombre le confía Rubén González la tarea de remover el dormido ambiente de cultura tachirense y a partir de 1.926, desde la dirección del Liceo "Simón Bolívar", emprende una labor de singular transcendencia en la historia del Táchira, porque sus proyecciones no se quedan el campo pedagógico sino que van a influir en toda la vida regional.
Todas las enseñanzas, las refería Carlos Rangel Lamus a Venezuela, el quería que las juventudes fueran ambiciosas de grandes metas y enemigas de la mediocridad y del engaño. Con las palabras del visionario se iba construyendo ante sus oyentes el país que nunca alcanzaría a ver y quería que su presencia se prolongara más allá de su mente en el gesto, en la palabra y en la obra de quienes eran sus discípulos.
En 1.936 con la caída de la dictadura gomecista los cambios en la educación fueron significativos. Desaparecieron los castigos corporales y psicológicos que revestían crueldad. Por ejemplo, permanecer largas horas de pie entre los alumnos expuesto a la burla. Expulsión del salón de clase por cualquier nimiedad. Recibir reprimendas insultantes por parte de los profesores delante del grupo.
Recibir castigo con la célebre palmeta, que consistía en una masa de madera circular con huecos pequeños que merced un mango de soporte se lanzaba con la mayor fuerza sobre la palma de la mano extendida del muchacho, lesionando muchas veces, hasta el sangramiento, según el grado de ensañamiento del maestro; no sólo por malcriadeces sino por no acertar a las preguntas que se le formularan al alumno. Reinaba el miedo, siempre el miedo como en toda una dictadura.
Cambia notablemente la calidad de la educación. Existía una estrecha relación entre maestro y alumno. El estudiante que en realidad deseaba aprender y el maestro con dedicación a instruir, como un apostolado. En aquella sociedad asediada por la tiranía, dedicaba cada quien toda su energía para realizar su tarea en exclusividad.
Entre 1.939 y 1.941 se plasmó en un libro de quejas y comentarios sobre las sanciones recibidas por causa de hechos de indisciplina. Muy curiosa la diferencia de encarar la disciplina de hace sesenta años a como se hace actualmente.
Para el año de 1.945 Venezuela es un país pobre porque no había aflorado el petro-dólar. Funcionaba un sistema educacional que avanzaba con buen pie en su perfeccionamiento; se percibía que las garantías ciudadanas estaban aseguradas en un ambiente democrático que permitía una vida sin zozobras.
Hubo un surgimiento de la actividad cultural, deportes, música , así como un enseriamiento en los estudios, con un rendimiento que fue debidamente valorado por el Ministerio de Educación en la persona de Armando Rojas y del estupendo cuerpo de profesores del Liceo. Esta es la época que podríamos llamar "La Época Estelar del Liceo".
Por supuesto que la llegada de la democracia supondría el surgimiento de nuevos partidos políticos, los cuales vendrían a ser liderizados en un futuro muy cercano por estudiantes del Liceo "Simón Bolívar".
Hubo un tiempo en que eran tan fuertes las manifestaciones y tan acentuado el roce político entre el alumnado que para el año de 1.962 ocurre un hecho que signa eternamente nuestra historia y que pone de manifiesto una vez la influencia que poseían y poseen los partidos políticos sobre la juventud. Es exactamente un martes 8 de mayo de 1.962 cuando frente a nuestro Liceo en horas de la mañana, después de una acalorada discusión Pinto y Flórez (de dos partidos políticos) se fueron a las manos, encendiéndose una polémica entre los simpatizantes del MIR y COPEI. En horas de la tarde los sucesos continuaron en igual ritmo, y para completar al caer el día, con un "avance" a piedra por los dos bandos.
Ante el cariz de los sucesos, hicieron su aparición carros radiopatrulleros de la Policía del Estado y de las Fuerzas Armadas de Cooperación. Para hacer desalojar a los estudiantes, los representantes de la autoridad comenzaron a dispara sus fusiles, logrando en parte que los estudiantes abandonaran el Liceo. Sin embargo los estudiantes se replegaron a las esquinas vecinas al Instituto donde continuaron gritando consignas políticas contra el gobierno. Los agentes de la Policía y Guardias Nacionales, volvieron a hacer uso de sus armas, produciendo la natural alarma en el sector. El resultado de estos irresponsables actos fue la muerte de un estudiante y otros diecisiete heridos. Una vez más el único agraviado real fue Venezuela.
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